Reflexiones acerca de las tostadas, la mantequilla y la gravedad

Sí, hablo de la Ley de Murphy. Y es que ha bastado que moviera un par de hilos con el fin de hacerme con un botalón, aunque sea de quita y pon, para ponerlo en la proa del barco para así hacer que el asimétrico rindiera mejor, para que tuviera un percance que seguramente me obligue a olvidarme del dichoso botalón. Como ya he comentado más de una vez en este blog, el ser armador, frente a lo que la gran mayoría de la gente piensa, no significa estar forrado, es una símple elección y priorización de gastos. También he escrito más de una vez aquí que determinadas averías son para mi un “tortazo” gigantesco, pero bueno, hay que sacar el dinero de otras cosas para poder seguir disfrutando del mar.
Ayer domingo, hablé con mi mujer de ir a tomar el aperitivo a Raxó, a lo que ella que es muy perspicaz, me contestó que ella iba en coche con las niñas, que si quería ir en barco que fuera yo, que hacía demasiado frío, respuesta que me esperaba, por supuesto. Antes de salir de casa, vi los walkie-talkie que SS.MM. los Reyes Magos de Oriente le regalaron a mis hijas, y los cogí. Uno lo metí en mi bolsa del barco y el otro se lo di a ellas. Les dije: Cuando estéis llegando llamadme por el walkie y hablamos. Esto a ellas les hizo mucha ilusión, porque posteriormente me informó mi mujer que prácticamente desde que se subieron al cohe estuvieron intentando comunicar conmigo; cosa que hasta que llegaron al mirador de A Granxa, frente al que navegaba yo, ya llegando a Raxó no consiguieron. La verdad es que lo pasé tan bien como ellas hablando por el walkie, aunque he de decir que han heredado de la madre el don de la oportunidad, justo cuando arriaba la vela: ¡zas! llamada por el walkie.
Todo se desarrolló de una manera estupenda, atraqué, no sin cierta dificultad debido a que la marea estaba extremadamente bajas, tomamos el aperitivo y tras un rato de esparcimiento con la familia solté amarras para volver a Portonovo. Durante el trayecto de vuelta, que fue a vela había una agradable brisa del W que me permitía navegar con comodidad hacia el SW para coger ángulo y entrar directamente a la dársena de Portonovo en un segundo bordo. En el momento de hacer la virada, se produjo el fatal acontecimiento: no sabría explicar muy bien qué pasó, una ola mal tomada, un resbalón con algo de agua en la bañera, con una escota en el suelo de la misma… el caso es que casi me caigo, y todo con tan mala fortuna que me apoyé sobre la caña del timón. ¿Resultado? “¡Crack!”. La habíamos hecho buena. En mitad de la ría y sin gobierno. ¡Fenomenal!
La verdad es que siempre que salgo a navegar solo pienso “¿y si pasa algo?”, pero el hecho de que nunca haya pasado nada da una sensación de seguridad que ahora se que es una falsa seguridad. Aún así, he de decir que me siento muy orgulloso de cómo reaccioné ante la rotura del timón. Lo primero de todo fue al ver que no había mar ninguno y que estaba en mitad de la ría sin otras embarcaciones alrededor, soltar escotas y dejar las velas al pairo. Tras eso estuve inspeccionando el timón que como se ve en la foto rompió justo en el enganche con el eje de la pala. Hice unas pruebas moviendolo con la mano y con el pie y llegué a la conclusión que si no subía demasiado el viento, con ayuda del pie, podía perfectamente mantener el rumbo que me llevaba hacia Portonovo. Aún así, intenté mediante cinta americana y unos cabitos encajar la caña en su sitio con relativo éxito, era posible gobernar con ella, pero no inspiraba mucha confianza. Pensé entonces que en cualquier caso, podía usar el fueraborda para propulsar y gobernar el barco, pues su eje no está fijo.

Al final entre el improvisado de la caña al eje del timón y mi pie en la pletina que une la caña al eje del timón conseguí gobernar el barco sin excesivos problemas, por lo que volví a vela hasta entrar en la ensenada de la playa del Silgar, donde recogí el génova y arrié como pude la mayor, pues no era fácil aproarse sin caña. En cualquier caso no hubo excesivos problemas. Tras arriar avisé por radio al Náutico de Portonovo de que iba a entrar en la plaza de amarre y de que iba sin timón, que sólo podía gobernar mediante el fuera-borda. Al llegar a mi amarre, me estaba un marinero esperando que me indicó que diera un golpe de empuje con el motor virado para entrar en la plaza y que luego, una vez encarrilado, metiera contramarcha para frenar la embarcación, que no me preocupara que si no llegaba ayudaba a pararla él. Al final fue todo como la seda y quedó en un susto. No quiero ni pensar que me pasara esto un día con una fuerte rasca o mar; claro que esos días procuro quedarme en puerto.

Ya tengo la caña encargada a mi carpintero de referencia (http://www.carpiglob.com/), de hecho estamos valorando hacer una virguería y construir a la vez un cañín con la misma forma que la caña y que sea escamoteable en la propia caña. No se, quizá haya que incrementar el grosor de la caña para suplir la resistencia que se elimina al abrir el cañín, pero eso ya lo veremos. Por otro lado, y para no tener problemas si esto vuelve a suceder, voy a tratar de hacer un taco que encaje en la pletina con un agujero del diametro de un candelero o algo así, en ese caso, entre el taco y un candelero, o la pata de la mesa del camarote o similar podría hacerme una caña del timón de fortuna.
En fin, que fue sólo un pequeño susto. Esperemos que no vuelva a pasar.

Mirar al mar a los ojos

El pasado viernes salí a dar una vuelta en el barco, como no podía ser de otra forma, iba solo, como ha sido la tónica habitual los últimos meses, pero sucedió algo que no me sucedía desde diciembre. Un golpe con la realidad es bueno, y darse cuenta de las limitaciones propias permite tener los pies en el suelo. En resumen: de toda situación hay que aprender, siempre hay que perseverar ante la dificultad, y nada detiene al que tiene claro lo que quiere. 

El ritual antes de zarpar fue el de siempre: soltar escotas, funda de la mayor, encarrilar la mayor, colocarle la driza etc. Mientras que preparaba todo, me fijé que en las poleas a proa del palo que redireccionan las drizas hacia la bañera, y que hace un par de semanas traté con lasur y a las que di sika, había un problema: me había quedado un trozo de cinta de carrocero sin quitar. “¡Menuda mierda!” pensé, seguro que ahora no despega o algo así, pero no, sí que despegó, despegó con una facilidad pasmosa, ¡el problema es que también despegó la Sika!. No podría reproducir la retahíla de palabrotas que surgieron de mi boca, creo que hasta me llegarían a cerrar el blog si lo hiciera. Procuré sosegarme, y tras dejarlo de nuevo todo como estaba, o sea, con la cinta pegada y la Sika más o menos en su sitio, me apunté la tarea pendiente y continué poniendo el barco a son de mar para dar una vuelta.


Nada más salir del puerto, al ir a subir la mayor veo que no sube, y me fijo en que la driza está enrollada en el palo, “que cosa más rara pensé”, pero a los pocos segundos me di cuenta que en la última salida no fui yo quien la dejó colocada en su sitio, el soporte del tangón a proa del palo, la persona que la dejó la había pasado por babor, en lugar de por estribor como hago yo siempre. En fin, a problema tonto descubierto, problema tonto solucionado, pero me lo apunto para que no vuelva a suceder, hay que fijarse en eso en puerto.

El paseo fue tranquilo al principio, pero de un minuto al siguiente se levantó un viento NW del mil demonios, el mar de viento se convirtió también rapidísimamente en un buen rebaño de borregos, que entraban desde el WNW en la ría y que dada mi situación hacía muy difícil tomar un rumbo cómodo de navegación: si seguía hacia el sur me alejaba de la costa y si el mar seguía creciendo podía verme en serios problemas para volver, si viraba y trataba de ir al NNE me comería el mar de viento por el costado con el consiguiente peligro de escora excesiva. No parecía que hubiera un rumbo fácil: inicialmente mientras “miraba al mar a los ojos”, decidiendo lo que iba a hacer me puse un poco SSE, lo que alejaba de la costa, pero me permitía una navegación tranquila para preparar la maniobra, y tras decidir y preparar vino la ejecución: viré hacia el N, cosa que duró poco, tuve que aproarme y reducir trapo en la génova, no había un rumbo fácil que me acercara a la costa N de la ría cómodamente, el viento era racheado y la escora se iba a los 20º fácilmente por el viento, y si sumamos los envites de las olas por la aleta, esta se hacía mucho más pronunciada. La verdad es que he de reconocer que hubo algún momento de preocupación, por no decir miedo, que es de lo que hablaba al inicio de este artículo, pero supe sobreponerme tomando las olas de popa y metiéndome hacia dentro de la ría con el fin de que el mar disminuyera y poder acercarme un poco más al abrigo de la costa. Así fue, y no tuve que meterme demasiado, frente a la playa de Areas ya había mejorado bastante la cosa, así que viré y traté de acercarme al puerto para entrar.

Inicialmente tenía la intención de haber salido en el barco con las peques, por suerte, no vinieron, ya que una de ellas estaba pachucha; la verdad, es que hubiese sido contraproducente ya que hubiesen pasado miedo, y como ya he explicado en este blog más de una vez, es lo que menos me interesa. A ellas las tengo que llevar sólo esos días en encalmada en los que hay que encender el motor para avanzar un poco.

Nasa en la bocana del puerto

Para el que no lo sepa, una nasa es un artilugio pasivo de pesca. Suele tener forma de cilindro con una entrada hacia adentro en forma de embudo, que se estrecha de manera que cuando una presa entra ya no es capaz de salir. Eso demuestra que los crustáceos  pulpos, etc. no son excesivamente listos, pero bueno, tampoco les culpo, no saben lo que es una nasa.
El otro día, con bastante mar, estaba entrando en el puerto de Sanxenxo mientras salían tres veleros bastante más grandes que el mío, camino de la salida de la regata a la que decidimos no asistir por el estado del mar. Repentinamente oí un golpe en la cola del motor, y seguidamente este se apagó. Eso me  puso a 100 en cuestión de un segundo, como un cohete fui hacia el motor y pude ver como un cabo de una nasa se había enredado en la cola, aunque como el cabo era gordo no se había echo ningún nudo ni lío, por suerte era fácil de soltar.
Le pegué un grito a mi tripulante para que se fuera a proa para lanzar el ancla, ya que el mar nos llevaba contra las piedras que hay a estribor de la bocana del puerto, y este, mientras iba a proa me decía “¿Y si abrimos el génova?” No era una mala idea, pero ni el viento ni el mar nos favorecían demasiado. En cuestión de segundos, teníamos la embarcación asegurada gracias al ancla, por lo que pude echarle un vistazo al motor y soltar el cabo, que en un extremo tenía de boya una defensa vieja de barco: ¡¡¡pintada de azul!!!
Yo no se si hay alguna normativa acerca de nasas y señalización, y se que mucha gente usa garrafas, boyas improvisadas con embalajes, plásticos y palos con banderitas: ¿pero una defensa azul? Y lo que es peor: ¿!¿!¿En la bocana del puerto?!?!? Hay que ser hijo de puta.
Mientras todo esto sucedía, los barcos que salían hacia la regata, en un alarde de compañerismo en el mar, no se dignaron ni a preguntar si necesitábamos ayuda, a pesar de que había un barco anclado en la bocana, con un tío mirando para el motor, etc. En fin, yo hubiese preguntado.
Finalmente, tras liberar la cola del motor y encenderlo, por suerte sin problemas, conseguimos entrar sin problemas en el puerto, aunque subir el ancla costó lo suyo, la verdad es que el ancla funciona de perlas, madre mía como enganchó en el fondo. (Es un ancla bruce por si alguno está interesado). Una vez amarrados y ya pasado el momento de decir frases que no se podría reproducir en este blog, me puse a comprobar el motor, que por suerte no sufrió ningún desperfecto.
Por suerte, sólo fue un susto. Espero que no vuelva a pasar.

Serenidad ante el miedo

Hoy por primera vez desde que soy armador, he tenido un momento de miedo a bordo. Sí, ha sido mi primera vez. Por suerte, creo haber sido capaz de conservar la calma, analizar la estrategia a seguir para volver a puerto sano y salvo y ponerla en práctica.

Salí de puerto de Sanxenxo con viento del sur suave, una ceñida estupenda, muy tranquila, con un poco de mar de fondo del W, pero que se tomaba bién por la amura de estribor. Una vez llegado al centro de la ría, pasé a un largo con el viento por la aleta de estribor y siendo empujado por las olas.

Todo iba bién, avanzaba a unos 4 nudos empujado por el mar y el viento, hacia dentro de la Ría de Pontevedra. A medida que me acercaba a Aguete, tenía que ir tomando la decisión: o ponía rumbo ENE en popa cerrada con el mar empujando, o ponía NNW en ceñida perdiendo algo de lo recorrido pero tomando las olas por la amura de babor.

Al final opté por la segunda opción, pues me permitiría acercarme a Raxó, donde podría parar a tomar un refrigerio antes de seguir mi vuelta a Tambo. Al poco tiempo de tomar ese rumbo NNW apareció un chubasco de esos de los que te hablan en los apuntes de meteorología: un súbito aumento del viento que poco después trae una descarga de agua: “Ok, son gajes del oficio”, pensé, pero en cuestión de unos segundos las condiciones del mar cambiaron a peor. Fue en ese momento donde pasé unos segundos de miedo. ¿Por qué? pues muy sencillo: viendo mi posición, cerca de la punta de Areas, quise poner rumbo WSW, navegando al límite de la ceñida y tomando las olas por la amura de estribor, pero me fue imposible hacer la virada: el viento y las olas paraban el barco por completo antes de que el viento cambiara de banda, y en esas condiciones, y yo solo, no quería trasluchar, por lo que al final tuve que enfilar las olas de proa, con los correspondientes pantocazos que me aterran, pues mi cascarón tiene 35 años. El motivo de no tomar un rumbo WNW-NW es la punta de Areas, donde el mar de fondo se levantaba mucho mas, incluso algunas olas rompían en barra, y hay algún bajo peligroso, aunque por la marea, no debía haber problemas; necesitaba abrirme un poco para librar esa zona y tomar el rumbo NW que finalmente me llevaría a puerto sano y salvo. Y así fue. (Si no no estaría escribiendo esto, claro).

A continuación dejo un video de las condiciones en las que navegaba una vez había pasado lo peor.

Sexta salida, primer susto

Un fragmento de mi sexta salida en la Peregrina. Si, se que hay que quitar las defensas, pero la tripulación que llevaba era bastante inexperta y cuando dije quitad las defensas lo que hicieron fue subirlas…
Si, se que me he saltado unos pocos pasos de la historia del barco, su compra y su preparación, pero es que sino voy mezclando con lo actual, luego no voy a recordar nada de nada.
Por cierto, al salir y abrir el Génova, se soltó el pasador del puño de proa y tuvimos un buen susto, por suerte el pasador no se había caído y lo pudimos poner rápidamente de nuevo en su sitio.