El pasado 22 de Julio de 2017 hice mi primera subida al Carrumeiro Chico dentro de la Regata Conde de Gondomar que organiza, desde 1975, el Monte Real Club de Yates de Bayona. Como el lector imaginará no la hice el el Peregrina sino en el Marara IV, un magnífico Jeanneau One Design 35, propiedad de Javier Montenegro y Vanessa Martínez que tuvieron a bien invitarme a compartir con ellos la experiencia.
Isla de Ons en diciembre
El pasado sábado un grupo de amigos, cumplimos con un viejo proyecto de esos que se hacen en un momento idílico. Se trataba de por una vez, llevar a cabo un plan sano; en lugar de quedar para tomar unas copas, una comilona o similar, ibamos a madrugar para “con la fresca” navegar hasta la Isla de Ons y bordearla por completo caminando. A mi, en un principio me pareció un plan estupendo, y como un niño pequeño ilusionado, durante toda la semana, me dediqué a seguir la previsión del tiempo para ver qué tal día tendríamos el sábado 7 de diciembre, fecha escogida para realizar la travesía y la caminata.
Se apuntaron, además de uno mismo 4 amigos, y quedamos en el Bar Lonxa de Portonovo a las 8:30 de la mañana. Hacía un frío espantoso, unos 2ºC, y el mar tenía un aspecto fantasmagórico debido a la diferencia de temperatura entre el ambiente y el agua de mar y la arena y el paseo de la Playa de Baltar estaban cubiertos de escarcha. En el mencionado bar desayunamos mientras tratábamos de esquivar a dos supervivientes de la noche que se resistían a volver a su casa con un licos café en la mano. Tras el desayuno subimos al barco y pusimos rumbo a Sanxenxo, donde nos prestarían una auxiliar para desembarcar en Ons.
La travesía fue tranquila, se fueron turnando en la caña los amiguetes mientras yo me metía en el camarote y me dedicaba a vaguear, cosa que no puedo hacer con demasiada frecuencia en el barco, así que tenía que aprovechar el momento. Al llegar a Ons desembarcamos a tres de los tripulantes en el muelle y fondeamos el barco en una de las boyas de Casa Checho y fuimos a tierra en la auxiliar. Para la próxima vez, habrá que tener en cuenta que estaría bien tener unas botas para desembarcar, ya que si no hubiese estado la marea baja, no hubiese podido saltar a una roca.
Tomamos algo en el bar de Casa Checho e iniciamos la caminata, no hacía nada de frío, de hecho, al salir el sol, y o haber viento, hasta en el barco durante la travesía sobraba la ropa de abrigo. Salimos desde el muelle hacia el sur, pasando por el campamento de la Xunta y el pino manso. Al poco tiempo tomábamos el primer descanso, justo en el Mirador de Fedorentos, en el extremo sur de la isla, donde teníamos una preciosa vista de la isla de Onza. Seguimos camino hacia el Buraco do Inferno desviándonos por un camino previo para ver los acantilados del mencionado Buraco, y al llegar al mismo nos sentamos a descansar y a comer junto al mismo.
Tras la comida, seguimos el camino, bordeando la Ensenada de Caniveliñas y bajando por alguna pista más para poder ver las hermosas vistas de los acantilados de la parte oeste de la isla y en uno de los casos recoger agua de una de las varias fuentes de agua que hay en Ons, no en vano el término Ons está relacionado con el fluir del agua, y de ello hay muestras por toda Galicia, como Fonte de Ons en Sanxenxo u Ons en Brión, pero no nos desviemos del tema.
Seguimos nuestra caminata y finalmente llegamos a la bifurcación donde podíamos ir hacia Punta Centolo o hacia la playa de Melide, y tomamos el camino de Punta Centolo, un camino más o menos recto, pero con unas buenas rampas, al final de las cuales pudimos disfrutar de una impresionante panorámica, sin duda, al menos para mi, la mejor de la isla. Desde la bocana de la ría de Pontevedra hasta la de la ría de Arosa, toda la costa este de la isla, la ensenada de La Lanzada… Hicimos en Punta Centolo un descanso para reponer fuerzas con las sobras de la comida y tras ellas empezamos el camino de vuelta hacia el sur, pasando por la Playa de Melide y el eucapliptal adyacente donde antaño se instalaban los hippies. Finalmente, llegamos de nuevo a casa Checho donde tomamos un refresco antes de iniciar la travesía de vuelta hacia el continente, travesía durante la cual aprovechamos para tomarnos unas merecidas cervezas, así como una buena merienda mientras disfrutábamos de la puesta de sol. Llegamos a puerto ya con noche cerrada aunque sin incidentes, exceptuando uno con el cabo con el que remolcábamos la auxiliar, aunque de eso no voy a hablar por un motivo que no viene al caso.
En resumen, un día para no olvidar, con ganas de repetirlo algún día y de extenderlo a otras islas del parque de las Islas Atlánticas: Cíes, Sálvora, Cortegada, pero siempre fuera de temporada, porque la sensación de ser los únicos seres vivos en la isla fue increíble.
Fagilda y la “los muertos” de Wind Gurú
La verdad es que en teoría no es un punto excesivamente complicado para pasarlo en un barco pequeño como es el mío, pero yendo solo es otra cosa. El pasado viernes, casi sin viento, y sin tiempo para hacer largos bordos llevé el barco de Sanxenxo a San Vicente por enésima vez. La verdad es que casi todo el trayecto lo tuve que hacer a motor y resultó batante frustrante tras toda una semana pensando en salir a navegar. Por lo menos, tuve la compañía de tres tripulantes y de unos gin tónics tamaño cadete de esos que sólo se sirven en la Peregrina.
La previsión para el sábado era de 8 nudos de NW y mar de fondo de 1 metro y de lluvia para el domingo. Así que pensé en llevarlo de vuelta a Sanxenxo el sábado. Una vez más la previsión de windguru fue un fracaso, mucho más viento y mucho más mar, y para colmo, en solitario.
Dada la dirección del viento y del mar, el rumbo a seguir me llevaba por fuera de Ons, cosa que me venía de perlas, pues alejarse de Punta Fagilda era lo más inteligente, pues las olas se levantan mucho más allí. Mi idea, que al final fue lo que hice era hacer bordos descuartelando o con el viento por el costado para acercarme a Ons por fuera y luego en popa cerrada para pasar Ons y coger su abrigo pegado a punta Centolo. Eso fue lo que hice, tras entrar en el abrigo de la isla el mar se calmó por completo, aunque el viento era mucho más racheado, con aproadas constantes, pero fácilmente controlable con la escota de la mayor. Navegué pegado a la costa hasta llegar a la altura del muelle y viré al este ya todo recto para entrar en la ría pegado al Cabicastro. Tras el largo paseo eché el ancla en el Silgar para recoger todo y echarme una siesta. Una hora más tarde entraba en puerto.
Seguramente la semana que viene repita, y no veas lo que me tienta una noche fondeado en Ons.