Larga Singladura (III) – Fisterra

Siempre he tenido ganas de hacer una larga singladura en el barco, dormir en distintos puertos. Como diría un cursi: “ver mundo”. Este verano, junto con un cómplice, por fin me he quitado el gusanillo, aunque con matices por la forma. Teníamos un objetivo común: llegar a Fisterra, yo por doblar el Carrumeiro Chico con el Peregrina y él por cenar en el Tira do Cordel.

Continuamos con la tercera entrega de la larga singladura que hicimos desde Portonovo hasta Fisterra y vuelta en un veterano Puma 23 (Entrega 1, Entrega 2). Nos habíamos quedado a punto de entrar en la dársena de Fisterra, llenos de orgullo de lo que habíamos conseguido con un barco tan pequeño y antiguo. Teníamos merecida una buena recompensa, y esa estaba en la playa de La Langosteira.

Acomodándonos en puerto

A pocos metros de la bocana del puerto nos dispusimos a arriar velas y a preparar defensas y amarras para pasar la noche en el puerto de Fisterra. El puerto está abierto al norte, y en su parte más exterior hay un gran pantalán de tránsitos bastante nuevo. Dado que soplaba bastante viento del norte optamos por amarrar por el lado sur. Marcos comentó: – En Mueros el puerto está más abrigado del norte que este. – Yo por entonces ya había desarrollado un filtro paso banda en el oído.

El tamaño no importa si tienes un Puma 23

Había dos grandes veleros amarrados por dicho lado y observamos que podíamos caber; el problema era hacer la maniobra, pues el viento la dificultaba. Por suerte para nosotros, el patrón de uno de aquellos barcos nos echó una mano para realizar el atraque y en unos minutos estábamos amarrados y preparando el barco para que a la vuelta de nuestro paseo turístico por Fisterra pudiesemos irnos a dormir sin tener que hacer nada más que cambiarnos.

Sacamos a todo lo que no nos era necesario a los compartimentos de la bañera y preparamos las literas para dormir. Llevé las drizas a los guardamancebos para que no nos dieran la matraca por la noche. Intentamos poner a cargar las baterías del barco así como la de los móviles sin éxito, pues en el puerto de Fisterra ¡no hay electricidad! Bueno, las torretas de agua y luz sí están, pero no tienen corriente. Durante la larga singladura camino de Fisterra había conseguido hablar telefónicamente con una persona relacionada con el puerto que me había informado que no se hacían reservas y que el primero que llegaba amarraba. Lo que se me olvidó era preguntarle cómo hacer para tener corriente y a esas horas ya no me cogía el teléfono. No tener corriente para cargar móviles y baterías era un serio problema, habría que darle solución más adelante.

Llevando las drizas a los guardamancebos y asegurando el génova para la noche.

Tuvimos una animada charla con el vecino de pantalán que nos había echado una mano con la maniobra. Quedó muy sorprendido cuando le dijimos que veníamos en semejante embarcación desde Portonovo. Tomamos una cerveza con él y al poco rato de volver cada uno de nosotros a nuestro camarote salió una persona más del barco de nuestro benefactor. Se puso a hacerle fotos a nuestro barco y nos dijo que él había tenido uno igual hacía muchos años.

Siempre hay un momento para hacer una foto chorra que sale mal.

De turismo por Fisterra

Con todo ya listo en el barco, cogimos móviles, cargadores y baterías externas y nos fuimos de paseo por el pueblo. Nuestra primera visita iba a ser al Tira do Cordel. Fue un paseo agradable, aunque nos equivocamos varias veces de ruta conseguimos llegar antes de que abriera el restaurante. Durante el camino tuvimos la ocasión de contemplar unas bonitas vistas del puerto y la ensenada de Langosteira y toda la bahía que forma el Cabo Finisterre y las Rías de Cee y Corcubión.

Tira do Cordel

Placa a la entrada del restaurante Tira do Cordel

Llegamos antes de que abrieran, así que nos sentamos un rato en la terraza a disfrutar de las vistas. La larga singladura nos había dejado los móviles secos de batería por lo que no disponemos de foto alguna de la cena. Cuando abrió el restaurante, lo primero que pedimos fue que nos pusieran los teléfonos a cargar. Cada uno tenía un cargador para su teléfono y yo tenía uno adicional para la batería externa que tenía. La “maître” del restaurante nos lo puso todo a cargar muy amablemente, así que ya con todos nuestros problemas solventados decidimos darnos a la bebida mientras esperábamos un poco para cenar. Pedimos dos copas de vino y nos sentamos de nuevo en la terraza a ver pasar el tiempo mientras observábamos las maravillosas vistas.

Playa de Langosteira desde la terraza del Tira do Cordel

Salvando las distancias, el local de Tira do Cordel me recordaba un poco a El Náutico de San Vicente do Mar: un local a pie de una playa, aunque este estaba algo más cuidado, con una oferta excepcional.

Sobre las nueve entramos a cenar y dimos buena cuenta de unas navajas, que pedimos gracias a la recomendación de la “maître”, que según Marcos estaban buenísimas (me refiero a las navajas), pero que – En Muros las tienen buenísimas también. De plato fuerte tomamos la famosa robaliza (lubina) a la brasa especialidad de la casa que a Marcos le encantó. A mi, como suelo comer pescado a la brasa en casa y mi santa esposa tiene un don para prepararlo me pareció que estaba muy rica pero si más estridencias. Todo lo acompañamos con uno de mis ribeiros favoritos: Casal de Armán, cuya visita a la bodega recomiendo muy mucho.

Un bar “marronero”

Tras cenar y montarla en el restaurante, preguntamos a la “maître” acerca de qué ruta seguir para evitar todos los pubs del pueblo en nuestro regreso al puerto. Ella muy atentamente nos dio las indicaciones y por una especie de providencia divina conseguimos equivocarnos en todos los cruces y acabamos, como no podía ser de otra forma en la calle de los pubs. La verdad es que fuimos buenos, nos sentamos en una terraza frente a la lonja y tomamos una copa. Tras ella le pedimos recomendación al camarero y nos dijo un par de locales a los que podíamos ir, descartando un tercero por catalogarlo él como un “bar más marronero”.

Nos quedamos con la intriga del significado del término “marronero”. Lógicamente nos dirigimos hacia el mismo. Al llegar comprendimos a qué se refería el amable camarero. Aquello por fuera tenía una pinta de puticlub que echaba para atrás, así que nos ceñimos a las otras recomendaciones. En una de ellas tomamos una copa y nos fuimos para el barco sobre las 12. A la mañana siguiente había que madrugar, pues nuestra ruta debía llevarnos a Villagarcía: una buena tirada también. Justo antes de dormirme oí a lo lejos un – Yo no sé que coño hacemos aquí pudiendo estar en Muros.

Aclaración

No piense el lector que la liamos parda en el restaurante, símplemente dimos un poco la nota tras caérsenos una copa con vino y hacernos un corte. Pero esa parte de la historia queda en el barco y como todo el mundo sabe, las cosas del barco quedan en el barco.

Amanece en Fisterra

Amanece en Fisterra

Pasamos una buena noche y aunque durante la misma la fuerte nortada había bajado, a eso de las siete de la mañana se había levantado de nuevo. Despertamos y nos pusimos en marcha. Recolocar todas las drizas en su sitio, liberar el génova para poder izarlo, desayunar y soltar amarras nos llevó una media hora. Hacía fresco por el viento y teníamos 75 millas por delante. La segunda parte de la larga singladura había empezado.

Continuará…

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