Hélice Pasada
Comentaba en mi anterior artículo que había tenido un serio problema con el enrollador y la hélice en una salida, y en ese punto lo retomo:
A pesar de ser armador desde hace dos años y medio, sigo siendo un novato, y como tal tengo que estar aprendiendo constantemente, en esta ocasión acerca de los motores fuera borda. El Peregrina, a pesar de ser un Puma 23, dispone de un motor fuera borda, pues el anterior propietario, tras una grave avería en el motor intraborda que tenía el barco, decidió quitarlo y poner un fueraborda. La verdad es que lo hizo como hay que hacer estas cosas, con un proyecto firmado por un Ingeniero Naval, con todos los papeles en regla, indicando los datos del motor retirado y los del motor que se ponía, y por supuesto con la consiguiente autorización de la Capitanía Marítima correspondiente. Pero no nos vayamos por las ramas.
Los síntomas eran muy sencillos, engranaba la marcha, daba gas al motor, este se revolucionaba, pero el motor no empujaba el barco, en cambio, con el motor al ralentí, al engranar la marcha, el motor empujaba el barco. Yo, dentro de mi ignorancia, y con el único conocimiento análogo de los motores de coche, pensé que los síntomas eran como los de un embrague que patina, pero resulta que el embrague de un coche en poco se parece al de un fueraborda.
Tras comentar con alguna persona más, fue uno de los marineros del Náutico de Portonovo, Julio, que sabe un huevo, el que me dijo “Está la hélice pasada, vas a tener que cambiarla”. Me dijo que comprobara si podía moverla con la mano estando la marcha metida, y que si se movía era que la hélice estaba pasada seguro.
Se preguntará el lector, si es profano en el mundo de las hélices de los motores fueraborda: ¿qué significa eso de hélice pasada? Pues muy sencillo, en los motores fueraborda pequeños, el eje que hace girar la hélice está unido a la misma a través de una goma. Esto se hace para que en el caso de pillar la hélice un cabo o algo similar, esa goma se rompa, o “se pase” con el golpe, pero dicho golpe no se traslade a la transmisión ni al motor, es una especie de fusible para golpes en la hélice.
La reparación fue sencilla: hélice nueva. Llevé el motor a Náutica Torres, lugar recomendado por uno de los asiduos tripulantes invernales del Peregrina, y armador de otro Puma 23, donde me pusieron una hélice nueva. Ya que tenía el motor fuera del agua, aproveché para que le cambiaran el aceite, los ánodos de sacrificio, engrasaran todo, y le dieran una mano de pintura a las zonas del esmalte de la cola que estaban desconchadas. La verdad es que quedó estupendo, y salió todo por menos de 200 euros.
Una vez puesto de nuevo el motor en el barco, iba como la seda, una maravilla, hasta sonaba como si fuera nuevo.
Ese día, tras poner el motor íbamos a salir a navegar un rato, pero la cosa se complicó, y se complicó porque soy un burro y no pienso las cosas. Pero bueno, eso ya lo veremos más adelante.