Menudas siestas veo venir…
Cuando compré el barco, el aspecto interior del mismo era bastante bueno, quizá mejor incluso que el exterior, pero tenía una pequeña pega, y es que las colchonetas interiores, a pesar de tener las fundas en un estado bastante aceptable, el interior estaba muy aplastado por el paso de los años.
Realmente el cambiar las cochonetas no era una prioridad para mi, pero como siempre le sucede a todos los armadores casados: llegado un momento empieza a oir la voz de los súpertacañones pidiendo alguna cosa de esas imprescindibles para la navegación o la seguridad en el mar. Y es que, como ya quedó demostrado con el tema de la reparación, que no restauración, no vaya a ser, de la mesa del interior, los caminos del almirantazgo son inexcrutables. Por cierto, a día de hoy la almiranta aún no ha usado la mesa interior, un día preguntó como había quedado, la vio, dio su aprovación y hasta hoy.
Pero bueno, como había que encargar unas colchonetas nuevas, podía aprovechar para hacerlas con mayor grosor, ya que uno, a pesar de haber adelgazado bastante en los últimos meses, sigo gordito, bueno, no gordito: panzudo más bien.
El tapicero elegido fue Tapicería La Ría, en Narón, al lado de Ferrol, bastante acostumbrado a trabajar para los barcos que recalan en los astilleros. La negociación con él fue bastante dura, pero al ser mi madre muy buena cliente de él, conseguimos que se ablandara, no sin antes renunciar a poner un ribete blanco en las costuras de las colchonetas, y nos dejara la confección de las colchonetas en un precio bastante más que razonable.
Me recomendó usar una espuma más densa que la que tenía hasta entonces, y aumentar el grosor de las colchonetas y sobretodo no poner cremalleras de cierre a las mismas, sino usar velcros, ya que al final las cremalleras, en medio marino todo se estropea.. Por otro lado, nos recomendó usar una piel sintética y elegimos una de su amplio muestrario. Pasadas unas semanas, me complace mostrar aquí los resultados: